La Selecta, ese
equipo que todos sentimos propio, volvió a tropezar en un proceso eliminatorio. Otra vez la misma historia. La regada es que cuando se tropieza la
Selecta, los que se golpean, raspan y hasta se fracturan, somos nosotros los
aficionados y no los directamente responsables.
Como afición y
como país, estamos hechos leña, dolidos, ardidos, frustrados y claro,
encachimbadísimos. Y es que puta, ya son
30 años, 8 procesos eliminatorios, y no se cuantos millones de sueños que
terminan igual, con El Salvador eliminado de un Mundial, y con unos pocos
beneficiados de los múltiples fracasos.
Hasta ahí, ningún secreto ni nada nuevo.
Escuchando
diferentes programas de radio y programas de TV, leyendo unas cuantas docenas
de blogs, artículos de prensa y hasta tweets de fanáticos y/o periodistas, me
doy cuenta que a los que nos gusta esto del fútbol, podemos hablar de poco más
que de los problemas y las soluciones alrededor de nuestro balompié. Tanto así, que otros problemas del país pasan
a segundo o hasta a tercer plano.
Se escucha y se
lee de todo un poco. Pero casi todo se
resume en dos principales corrientes de pensamiento, la de los bomberos y las
de los fumigadores.
Los bomberos son
los que creen que lo que tenemos en nuestro fut es un incendio y hay que
apagarlo. Son más cortoplacistas y creen
que poniendo un mejor técnico o volviendo a traer a de los Cobos, la Selecta va
a empezar a jugar mejor, y así, como por arte de magia, se nos va a dar un
milagro como contra Panamá y vamos a clasificar a un Mundial. Los fumigadores, son los que creen que el
problema es crónico y que hay que hacer un exterminio de todo y todos en
nuestro fútbol. Piensan que hay que
empezar desde cero, apelar a la paciencia y al buen trabajo en las bases, y
así, con el tiempo, todo va a mejorar y eventualmente vamos a ir a un
Mundial. Solo en eso coinciden ambas
corrientes, en el objetivo. Por lo menos
ahí hay un punto en común.
En lo personal,
yo creo que el problema que tiene nuestra Selecta es más sencillo, pero a la
vez más complicado. No tenemos identidad futbolística. Somos un país con carácter, con personalidad
y que tiene huevos de sobra. También tenemos bien claro el objetivo de nuestro
fútbol: llegar a una Copa del
Mundo. Lo que no tenemos claro es a qué
jugamos.
Todos a los que
nos gusta el fútbol sabemos que Italia juega al “Catenaccio”, que Brasil tiene
su “Jogo Bonito”, que España tiene su “Tika-Taka”, Inglaterra tiene su juego
vertical y contragolpeador, Alemania tiene su juego físico y estructurado… ¿y
nosotros?
Nosotros
dependemos del técnico de turno o de la estrella espontánea del momento para
determinar qué equipo vamos a ser. Eso
nos obliga a trabajar a corto plazo, sin una visión constante o consistente a
través del tiempo. Si no sabemos a que
jugamos ¿cómo vas a saber, aunque trabajemos las bases, que tipo de jugadores
queremos formar?
Se explica mejor
con un ejemplo, miremos a la Masía, el fútbol base del Barça. Desde las infantiles, los niños ahí juegan al
miso 4-3-3 que utiliza el equipo mayor.
Así, los bichitos que van subiendo, van mejorando año con año, pero
dentro de un sistema táctico predeterminado.
El talento nato se moldea y se canalice para que funcione dentro de lo
que se necesita según una filosofía y una identidad ya existentes.
Una de las
preguntas más recurrentes que escucho de la gente es ¿Qué técnico necesita la
Selecta? Pero responder esa pregunta, en
mi opinión personal, sería irresponsable.
Primero, hay que contestar otra pregunta: ¿a qué queremos que juegue la
Selecta?
Para darme a
entender mejor, hagamos una analogía. No
podemos decir que carro es mejor usar, si no sabemos adonde vamos. Por ejemplo, nadie duda de la calidad
ingenieril, casi artística de un Ferrari, pero ¿de qué sirve un Ferrari en un
calle de polvo? Una carreta halada por bueyes caminaría más rápido en una calle
rural, que un F50 de $750,000 dólares.
¿Cómo se viera una carreta halada por bueyes en el Autobahn alemán? y
¿un convertible en Londres, donde llueve todo el año?
Esto del fútbol
debe de entenderse como una empresa, y no hablo en términos económicos o
financieros (aunque nos guste o no, el futbol es negocio). Ninguna empresa exitosa a través del tiempo
puede ser relevante sin tener una visión y una misión como compañía. Para
resumirlo, entendamos por visión, lo que queremos ser dentro de 25 años. Entendamos por misión, lo que nos levantamos
a hacer todos los días para alcanzar la visión.
Una vez
definamos eso Y LO PUBLIQUEMOS,
los directivos podrán tomar decisiones apuntando hacia una serie de objetivos,
que al publicarse se vuelven compromisos, de largo plazo. La prensa podrá denunciar las acciones de la
dirección que persigan intereses personales y que no estén alineados con la
Misión y Visión que los directivos dieron a conocer. ¿Y los aficionados? Nosotros podremos tener la esperanza de que
todos están remando en la misma dirección, mientras también asumimos la
responsabilidad de que, como opinión pública, ¡tenemos el poder de exigir
porque somos los jefes de TODOS los demás!
En fin, la mía
es sola una opinión más. Al menos de
desahogo me sirvió el dejarlo escrita.
Eso sí, lo único que está claro, es que también de ésta nos vamos a
levantar. ¿Por qué? Porque somos salvadoreños y sabemos que no
queda de otra. Porque tenemos los huevos
de acero. Porque aunque nos falten
razones, jamás nos faltarán ilusiones.