sábado, 17 de octubre de 2020

Publicistas de Verdad

Octubre es el mes de los publicistas, y de eso, quiero escribir hoy.

Yo estudié publicidad y me volví publicista porque siempre me pareció que el hacer anuncios era algo “fascinante”.


¿Cómo se graban los anuncios?  ¿Cómo hacen las fotos de los productos?  ¿Cómo se escogen los modelos, las locaciones, los locutores?  ¿Cómo es que todo se ve tan perfecto?  ¡Todo me llamaba la atención!  Me intrigaba.


Después de 25 años de carrera, aprendí un montón, y sigo aprendiendo.  La inmensa mayoría de las preguntas que me hacía antes de estudiar, las he ido descubriendo con la experiencia durante la carrera.


Les voy a revelar algunos trucos de las producciones publicitarias que aprendí y que siempre me parecieron bien curiosos, y quizás entiendan porque en el mundo de los anuncios todo se ve capturado en el momento “perfecto”.  


A la cerveza, muchas veces se le pone jabón para lavar platos, para que su espuma sea así de gruesa como aparece en las fotos.  A los envases y latas de gaseosa, les ponemos vaselina y luego los rociamos con agua, para que se vean esas perfectas gotitas que los hacen ver súper helados.  Los casi perfectos cubos de hielo de los comerciales, son en realidad de plástico.  La leche en los platos de cereal es pegamento.  El humo en la comida recién servida, es de incienso, y en casos de bajo presupuesto, hasta de cigarrillo.  Y sí, todos los que aparecen en los spots, sean hombres o mujeres, están maquillados.  Y así, mil cosas más.


Todo esto se hace para tener el tiempo de capturar momentos reales, de la manera más eficiente posible.

La espuma de la cerveza se queda en su sitio.  Los envases no se calientan bajo el sol.

El hielo no se derrite.

El cereal no se hunde al absorber la leche.

La comida no se enfría.


Y también, se hacen estas cosas para presentar los atributos funcionales de los productos de manera enaltecida, digna.  Realismo mágico, le llamarían algunos amigos y colegas.


Lo que no se hace, es mentir.


McCann, una de las redes de agencia de publicidad más grandes del mundo, ha tenido durante años un slogan que siempre me gustó, que siempre me pareció inmejorable y que creo que define a la perfección lo que un buen publicista debería de hacer:  “Truth well told” (La verdad, bien dicha).


Me parece que sin importar para que agencia un publicista trabaje, debe siempre buscar decir la verdad de la mejor manera posible.


Es cuestión de talento, de formación, de trabajo en equipo con el cliente, pero sobretodo, es una cuestión de ética.  De respeto a la profesión, a las marcas y más que nada, a los consumidores.


Feliz mes a los publicistas de verdad.


A los que se esfuerzan a diario por vender las marcas que aman.  De todo corazón, gracias por la pasión del día a día.


¿Y a los publicistas malos y sin ética que no les importa mentir con tal de seguir engañando?  Pues mucha suerte mientras nos siguen gobernando.

martes, 6 de octubre de 2020

VENGANZA

Últimamente he estado publicando cosas que he escrito.  Algunas, las escribí hace tiempo, otras, como lo que publico hoy, son más recientes.


¿Por qué escribo?  Pues porque creo que todavía habemos quienes pensamos que leyendo, se puede comprender a otros, y de paso, quizás hasta enriquecemos nuestras posturas.


Cada vez que publico algo acerca de la realidad nacional, de lo que veo y siento que pasa en nuestro país, ya sea en una columna o hasta en un tweet, hay posiciones encontradas.


Eso es bueno.  Muy bueno.  Se llama democracia y libertad de expresión, dos conceptos que damos por sentados.


Algunos de los críticos de lo que escribo, comentan con puntos válidos y desde el respeto.  Uno aprende de ellos. Otros, en mayor cantidad que los anteriores, lo hacen con insultos.  Y hay otros, una mayoría, que defienden al gobierno actual diciendo que antes cuando hacían lo mismo, nadie decía nada, y que por eso hoy, este gobierno tiene derecho a hacer las mismas cosas que se hicieron antes.


Estos últimos son los que más me preocupan.


Me preocupan porque no les importa que se estén cometiendo los mismos abusos (o peores) que antes, porque los está haciendo alguien distinto.  Alguien a quien apoyan.  Alguien por quienes ellos votaron.


No les importa ver a funcionarios en jets privados.  No les importa el ilegal nepotismo.  No les importan las dobles plazas.  No les importa que se otorguen contratos millonarios entre ellos mismos.  No les importa que se pongan encima de la ley.


Pareciera que lo único que les importa es la venganza.


Vengarse de quienes lo hicieron antes, de quienes sienten, en muchos casos con razón, que los traicionaron y que se burlaron de ellos... de todos nosotros.  Y no se dan cuenta, que ese sentimiento de venganza que muchos tienen hoy, empezó cuando otros actuaron como ellos hoy lo hacen.  


Y así, no se rompe un círculo vicioso, solo se profundiza.  


Creo que si en algo estamos todos de acuerdo, es en que queremos un mejor país.  Entonces cambiemos nosotros.  Porque un país es al final, su gente.  Toda su gente.


Y si se quieren vengar, pues hagámoslo como dijo hace casi dos mil años Marco Aurelio, filósofo y emperador romano:  “La mejor manera de vengarse de un enemigo, es no parecérsele.”


Viéndolo así, el problema que yo veo hoy, es que el gobierno de turno y muchos de sus simpatizantes, no solo se están pareciendo mucho a “los mismos de siempre” que tanto critican, sino que por su sed de venganza, los están superando. 

lunes, 28 de septiembre de 2020

Querido seguidor de Bukele

No paso acá a escribirte para burlarme de ti.  No me creo superior, ni más inteligente que tú.  No te voy a llamar “golondrejo”, “menos pensante”, ni ninguno de los otros sobrenombres que con ligereza se utilizan hoy en redes sociales para referirse a ti.


De hecho, paso a decirte todo lo contrario.


Aunque no comparto tu sentir, y pensamos bastante diferente, entiendo tu frustración, entiendo tu enojo, entiendo tu desesperanza y hasta comprendo tu fanatismo.  ¿Sabés por qué?  Porque yo ya fui así... y mirá cómo estamos.


En algún momento, yo tampoco creía todo lo que se escribía o se criticaba de quienes eran de mi preferencia.  Si una “noticia” decía lo que yo pensaba, la tomaba como cierta, y si otra me mostraba lo que yo no pensaba, la catalogaba como falsa.


Los que pensaban diferente a mi, según yo, estaban todos equivocados, y nunca me detuve a preguntarme por qué ellos no pensaban como yo.  No escuchaba, no leía, no  cuestionaba, ni tampoco me preocupé por enriquecer mi criterio propio.


Cuando era joven e ingenuo, me hizo falta humildad para escuchar a las diferentes voces que se alzaban cuestionando mi manera de pensar.  Incluso, más que tontos, hasta los llegué a considerar “enemigos” de “lo correcto”.


Me hizo falta pensamiento crítico para cuestionar al poder, y darme cuenta que al haber votado por ellos, al haberles dado el cargo que ostentaban, podía, y sobretodo, debía exigirles más que los que no los eligieron.


Me hizo falta coherencia.  Dejé pasar cosas que no estaban bien, con tal de no dar mi brazo a torcer y reconocer que se estaban cometiendo actos que a un opositor le hubiese criticado de manera implacable.


Pero sobretodo, lo que más me hizo falta fue valentía.  La valentía de alzar mi propia voz y cuestionar al poder.  Era más fácil ir con la corriente y aplaudir lo que la mayoría aceptaba, que señalar lo que no era correcto.


Como quisiera retroceder el tiempo para aplicar lo que hoy sé, lo que he aprendido y como hoy pienso.  Lastimosamente, no puedo.


Lo único que puedo pedirte hoy, seguidor de Bukele, es que aprendas de los errores que se cometieron antes.  Que rompamos el ciclo que nos ha traído al país que tenemos hoy.


Forma tu propio criterio.  Lee.  Cuestiona.  Alza tu voz.  Sé coherente.  Y te invito a que nos preocupemos menos “por los mismos de siempre” y mejor nos concentremos en no hacer “lo mismo de siempre”.

viernes, 18 de septiembre de 2020

#TodosSOMOSPipe

El 1ro de Septiembre de 2015, mi vida cambió para siempre.


Mi esposa, Patty, tenía 8 meses de embarazo y estábamos felices de que pronto iba a nacer Marcelo, mi tercer varoncito.  Mi vida era perfecta.  Llevamos a Pipe, que acaba de cumplir 2 años, a que le hicieran una resonancia magnética porque parecía que estaba perdiendo el balance.


Pocos minutos después, nos tocó escuchar las palabras “hijo”, “tumor” y “cerebro” en la misma oración.  Y así, por primera vez en la vida, entendí el significado de la palabra “miedo”.


En unos pocos minutos, como familia, nos tocó reinventarnos.  Los planes que llevábamos trazando toda una vida, las prioridades y nuestros compromisos, fueron sacudidos por completo.


Empezamos la batalla más difícil e importante de nuestras vidas.  También, una experiencia llena de aprendizajes que nos marcaron para siempre.


Siempre había creído que las lecciones más valiosas que se podían aprender iban a venir de personas con más canas que uno.  Con más rodaje, con más experiencia.  Nunca me imaginé, que la persona que más me iba a enseñar de la vida, era una niño.  Mi niño.


A sus 2 años, Pipe empezó a darme lecciones.  Me enseñó que la fuerza, la valentía y el corazón, pueden ser enormes en alguien que es pequeño.


Pipe me enseñó que la felicidad, está amarrada a la familia y a la fe, y que el amor y la esperanza, le ganan por lejos al miedo.


De él aprendí a que los amigos, se pueden volver familia.  Y que en la familia, siempre están los mejores de los amigos.


Me enseñó que llena más hacer algo por alguien más, que por uno mismo, y que el cariño de un extraño que te apoya, llena igual o más, que el de un conocido de toda la vida.


Pipe me enseñó que las lágrimas son pasajeras, más no así la felicidad.  Y que se puede ser feliz, a pesar de la adversidad y las dificultades.


Pipe me enseñó que la vida no es fácil, pero que enfrentando sus desafíos con gallardía y sin excusas, es que uno encuentra en ella un verdadero propósito para vivirla.


Pipe me enseñó que un tumor y su tratamiento te pueden quitar el pelo, el hambre, el sueño, y hasta la vista, pero jamás tu sonrisa, ni tu espíritu.


Mi gordo, mi príncipe, siempre mi ángel.


Me enseñó que miles cargamos cruces todos los días.  Algunas más pesadas o visibles que otras.  Y que la única manera de aliviar esas cargas, de superar esos retos, es realizando que nunca estamos solos.


Ahí está Dios.  Ahí está la familia.  Ahí están los amigos.  Ahí están los extraños de buen corazón.  Ahí estamos los unos por los otros para ayudarnos siempre.  Todos.


De nosotros depende ponernos abajo del peso que tienen los demás para ayudarles a aliviar sus cargas, o ponernos por encima de ellas, volviéndolas más pesadas.


En esta vida, estamos todos juntos.  Por eso hoy hablo en presente y no en pasado, cuando les digo:  #TodosSOMOSPipe

martes, 1 de septiembre de 2020

La Droga del Poder

Muchos nos dimos cuenta del incidente recién acontecido en el que Arturo Magaña, Diputado de la República, en aparente estado de ebriedad tuvo un fuerte choque en altas horas de la madrugada, recién el país alcanzado la posibilidad de intentar regresar a una nueva normalidad después de los encierros por el COVID.

Hay tantas cosas que están mal respecto a este hecho, que no sé ni por dónde empezar.

En medio de una pandemia, andar fuera sin necesidad ni consciencia de los riesgos que esto implica. Que un diputado que se había pronunciado a favor del encierro de todos sea tan inconsecuente como para no hacerse caso a sí mismo.  La posibilidad y sospecha de que haya andado borracho manejando.  Que al ver el choque, la prioridad de un ciudadano haya sido filmar entre risas lo sucedido.  Que otros compartiesen ese video.  El manejo de los heridos en el lugar de los hechos.  Que haya burlas y memes al respecto sin considerar la sensibilidad de las familias de las víctimas.  En fin, todo mal.  Tan mal, que el diputado afín al gobierno de turno, volvió a ser “Diputado de Arena” y ya no “un diputado del pueblo”.

Así estamos.

Según las noticias, Arturo iba manejando el carro que causó el choque.  Era responsable de él mismo, de sus acompañantes y de las demás personas que podían cruzarse con él en la calle.  El trágico accidente pudo muy probablemente haberse prevenido (en caso de que hubiese andado borracho) si le hubiesen realizado una prueba de antidoping.

A los pilotos de las aerolíneas les hacen pruebas de antidoping, porque manejan vehículos con más personas adentro y, por ende, tienen más responsabilidades aún, que los que manejamos un carro todos los días.  Varias empresas realizan pruebas antidoping a sus empleados, porque quieren asegurarse de que éstos estén emocional y racionalmente en estado óptimo al momento de estar representando a una compañía o tomando decisiones que afectan a varios empleados y a sus familias.

Es algo lógico.

Sin embargo, hoy por hoy, no sabemos en qué estado están los que manejan nuestro país.  En mi opinión, es importante saber si quienes nos gobiernan están en sus cabales.  Yo les haría el antidoping regularmente a los funcionarios públicos. Y creo que a más alto el cargo, más importante es que pasen la prueba.

Primero, es importante saber si cumplen las leyes como debemos hacerlo todos, porque si rompen la ley en cuanto al uso de substancias, por ejemplo, no me sorprendería que violaran otras leyes después.  Segundo, creo importante saber que quienes van a tomar las decisiones que van a determinar el país que van a heredar mis hijos, lo estén haciendo sin comprometer sus capacidades, y que tomen buenas y bien pensadas decisiones.  Y tercero, yo quisiera que los funcionarios predicaran con el ejemplo, ya que no creo correcto que nuestros gobernantes nos digan a todos los que deberíamos hacer mientras ellos se ponen por encima de la ley.

Sería preocupante que quienes son responsables del futuro del país lo hagan bajo la influencia de las drogas ilegales que puedan afectar su criterio. Ya suficiente tenemos con la droga del poder que a varios les nubla el juicio todos los días.