viernes, 11 de abril de 2014

¡POR PENDEJOS!


Opinión respecto a los amaños de la Selección Salvadoreña de Fútbol 

Como todos los salvadoreños que tienen un poco de amor propio y algún sentido de valor patriótico, me sentí indignado cuando se publicó la noticia de que un grupo de seleccionados de fútbol once de nuestro país, se había vendido.  Me enojé porque este atajo de sinvergüenzas a los que yo había ido a apoyar incondicionalmente, me habían visto la cara de pendejo.

Ante esto, mi reacción fue bastante lógica. 

Primero, sentí rabia por ver como un grupo de corruptos traicionaron la poca ilusión de todo un país en el que no atravesamos nuestro mejor momento, por no decir, que estamos bien jodidos.

Poco después, se me activó el mecanismo de defensa en el que el corazón empieza a buscar un poquito de esperanza aún cuando la razón nos dice que no hay nada bueno en una situación, y llegué a pensar:  “¿Osea que si no se vendían, íbamos al mundial?”  Más cólera me dio.

Luego, con la noticia de los amaños ya asumida y ampliamente discutida con todos con quien pude hablar del tema, ya sin tanta pasión, finalmente llegué a  la reflexión.

En todas las etapa antes mencionadas, hubo un factor común:  la inevitable búsqueda de culpables.  Escuché todo tipo de teorías, algunas obvias como que era culpa de nadie más que de los jugadores, hasta algunas estúpidas en las que casi que justificaban el accionar de estos criminales porque ganaban muy poco dinero… cosa que no es cierta.

Yo era de los que culpaba a los jugadores.  Me referí a ellos con un sinfín de adjetivos calificativos que antes, solo había utilizado para referirme a tipos como Hugo Sánchez, Cuauhtemoc Blanco o David Faitelson.  Nunca los había usado para referirme a alguien que se pusiera la camiseta más linda del mundo:  la de la Selección de El Salvador.

Sin embargo, la conclusión a la que había llegado de culpar solamente a los jugadores cambió cuando empecé a pensar el tema con cabeza fría.  Para llegar a contestar la pregunta de quiénes eran los culpables, había que hacerse otra pregunta primero:  ¿por qué vendieron los partidos los seleccionados?  ¿Me creerían si les digo que por culpa de nosotros?  Sí, leyeron bien.  La culpa de que los innombrables amañadores hayan vendido los partidos de la azul y blanco, es nuestra.

Déjenme y les explico.

Todos decimos apreciar valores como la honestidad, el esfuerzo y el trabajo. Por consecuencia, de forma implícita rechazamos antivalores como el robar, el irrespetar el derecho ajeno y ser cómplices de cualquier delito.  Entonces, ¿por qué compramos películas piratas?  Porque sentimos que seríamos pendejos si pagamos lo que vale una original, cuando en cualquier esquina las venden a $1.

¿Por qué usamos el carril de emergencia en una carretera cuando hay tráfico? Porque por pendejos nos vamos a quedar haciendo una cola, cuando nos la podemos evitar.

¿Por qué cuando le roban un emblema a nuestro carro, vamos a comprar uno afuera del García Flamenco y no a la distribuidora de autos?  Porque por pendejos vamos a pagarle al que los vende más caros, si hay una opción por la fracción del precio.

Vivimos en una cultura donde todos nos sentimos genios, y no pendejos, por hacer cosas que no debemos.  Hacemos cosas que no solo son moralmente cuestionables, sino que además, son ilegales.  Y que no me vengan con pajas de que quienes lo hacen es por necesidad.  Las películas piratas las compran en la Escalón y en Soyapango.  El que se puede comprar un carro que se ve feo sin un emblema, tiene pisto para reponer el emblema que le hueviaron,  ¿y en una cola?  El que se mete en una cola no lo hace por ahorrar dinero, lo hace por mal educado.

Por este tipo de incoherencias entre los valores que decimos tener y como nos comportamos, nuestra sociedad no tiene la autoridad moral de decirle a nuestros niños que no copien en un examen, porque por pendejos van a estudiar si se pueden sacar al misma nota sin abrir un libro. 

No tenemos la autoridad moral de decirle a un ladrón de celulares que no nos asalte en un semáforo, cuando nosotros mismos les compramos ahí por la Plaza Libertad lo que ellos le hueviaron a alguien más o incluso a veces, a nosotros mismos.

No tenemos la autoridad moral de exigirle a un diputado que no nos robe el voto cambiándose de partido por dinero, cuando nosotros vemos como “astucia”, el robarse la señal de cable para ver los partidos del fútbol español.

Entonces, la gran pregunta que yo me hago, y que hoy se las hago a ustedes es:  ¿Con qué cara le decimos a un seleccionado que no se venda, cuando nosotros por menos de lo que ellos agarraron por cada partido, hemos vendido los principios que sabemos que deberíamos cumplir?

Los seleccionados que se vendieron son unos hijos de puta, pero al menos bajo la lógica de cómo funciona nuestra sociedad, no fueron pendejos.