viernes, 18 de octubre de 2019

GOEBBELS 2.0

Cuando estudié comunicaciones, mercadeo y publicidad, una de las figuras que me tocó analizar durante la carrera, y que más me llamó la atención, fue Joseph Goebbels.  Goebbels era un indiscutible miembro del ahora llamado “Círculo del Mal” de los Nazis, y uno de los mejores amigos de Adolf Hitler.  Un tipo tan brillante, como despreciable.

Goebbles, promotor público de fuertes posturas antisemitas, fue escalando dentro del partido Nazi por sus posturas radicales, su capacidad de oratoria, pero sobretodo, por sus habilidades propagandísticas, la cuales utilizaba como principal herramienta para promover sus posturas y las de su partido.

Ganó mucha notoriedad.  Y lo hizo por su gran capacidad de utilizar los medios relativamente nuevos en la década de los años 30:  la radio y el cine.  Cuando los Nazis llegaron al poder, hizo algo que hoy en día resulta más complicado que hace 80 años, nacionalizó las comunicaciones de Alemania.  Él controlaba las expresiones artísticas en su país y manejaba toda la información que salía a la luz.  Nadie podía publicar nada que no pasara por su despacho.

Así fue que Goebbels promovió el odio a los judíos, atacó constantemente al cristianismo y le dio forma a “la verdad moral” con la que tenía que funcionar la Alemania del tercer reich.

¿Qué haría Goebbels hoy en día?  ¿cómo operara y funcionara?  La respuesta es interesante.

El principal problema al que se enfrentaría hoy Goebbels es la democracia.  La democracia y todos sus paralelos, como lo son los organismos internacionales, las asociaciones mundiales de periodistas, los tanques de pensamiento, la separación de poderes del gobierno local y principalmente, lo mal visto que fuera por las mayorías que silenciara descaradamente a la oposición.

Para sortear lo antes dicho, lo primero que haría es fijarse en los medios nuevos y ver como se pueden convertir en un arma propagandística. Lo segundo que haría, es ver como poder obtener un control lo más totalitario posible de esos medios y de los medios tradicionales, sin ser detenido por la presión pública local e internacional.  Y lo tercero, es promover a través de estos medios nuevos, “la verdad moral” que más le conviene a él y a su partido para sus objetivos dictatoriales.

Esos medios nuevos, hoy sin duda son el internet y las redes sociales.  No se pueden controlar por decreto, pero si se pueden controlar muy fácilmente con dinero. Goebbels empezaría creando y organizando un ejército de trolles en las redes para atacar a cualquiera que el viera como actual o potencial opositor en sus intentos de instalar a su nuevo Hitler. 

Luego, al mejor estilo de Pablo Escobar, a los medios tradicionales que se encuentran en un punto crítico de reinvención en la era digital, les ofreciera plata o plomo.  Es decir, o los recompensaría con pauta publicitaria gubernamental cuando estuviesen editorialmente alineados a sus intereses, o los castigara quitándoles la pauta y amenazándolos con nuevos impuestos si no escriben lo que le conviene. Además, utilizaría a los trolles que ya organizó, para desacreditar a estos medios ante la opinión pública, haciéndolos ver como que están en contra de los intereses del pueblo, buscando dañar su imagen y credibilidad.

Finalmente, en la era del internet, cuando cualquiera puede crear un periódico digital, Goebbels crearía un sin fin de medios nuevos que pasarían día y noche publicando notas que le ayuden a crear su versión de la realidad, siempre enalteciendo a su Hitler, y desprestigiando y humillando a cualquier voz que se alce en su contra.  Publicaría notas que no llevan firma, que se puedan compartir fácilmente en redes sociales y sin miedo a tener consecuencias legales por calumnia o difamación ya que estos nuevos medios no están legislados, y publicar una mentira en contra de alguien no tiene consecuencias legales.

A través de estos medios desprestigiara a los órganos del Estado que aún no controla, a sus rivales políticos y a otros líderes de opinión, y como no puede controlar por decreto todos los medios, para asegurarse que todos lean sus notas, compraría millonarias pautas en Facebook y Twitter para que todos los salvadoreños, en especial los que viven en le exterior y que son líderes de opinión en sus familias, vean esas notas en sus muros y empiecen a comprar a esa figura de mesías que él quiere instalar.

Después de leer esto, tal vez se nos viene a la mente la famosa frase “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en verdad”.  Sí, la frase es de Goebbels.

Hoy se habla mucho de hacer historia, igual que en la época de los Nazis.  No sé ustedes, pero en lo personal yo, hubiese preferido estar del lado de los que fueron oposición a Hitler, que de la inmensa mayoría que le aplaudió o que calló mientras él hizo lo que hoy repudiamos.

domingo, 6 de octubre de 2019

LOS NUEVOS ESCUADRONEROS

Los tiempos de guerra en El Salvador fueron complicados.  Aún hoy, casi 30 años después de que se firmó la paz, hay heridas que siguen abiertas y resentimientos que siguen estando a flor de piel.

Aún así, pocos hoy en día hablan de la guerra, y a más joven el salvadoreño con el que platicás, te das cuenta que menos comprenden lo que sucedió o las causas que provocaron un conflicto armado que duró más de una década y que dejó alrededor de 75,000 muertos.  No es culpa de los jóvenes.  Es culpa nuestra por querer olvidar algo que nos duele.

Esto es triste, más si recordamos la famosa frase de Napoleón Bonaparte que decía “Aquel que no estudia su historia, está condenado a repetirla.”

Menos mal, hoy en día la mayoría de los problemas políticos no se solucionan con balas.  Buenos, al menos no con balas de plomo.  De eso, es de lo que hoy escribo.

Son muy conocidos, aún hoy en día, los infames Escuadrones de la Muerte de la ultra derecha salvadoreña durante el conflicto.  Estos eran grupos paramilitares que se dedicaban a silenciar mediante la vía armada a las voces opositoras pertenecientes al movimiento comunista que se quería instalar en El Salvador en los 70s y 80s.  Menos conocidos, pero igual de reales, fueron los Comandos Urbanos, el equivalente a los Escuadrones, pero de la izquierda radical armada.

“Lo mismo que le provoca a alguien mínimamente ligado a la izquierda escuchar el término Escuadrón de la Muerte, le provoca a alguien mínimamente ligado a la derecha escuchar el término Comando Urbano”, me dijo Geovanni Galeas, ex miembro de la guerrilla salvadoreña, y actual asesor del presidente salvadoreño Nayib Bukele, cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo para la trilogía documental El Salvador:  Archivos Perdidos del Conflicto.

Viéndolo en retrospectiva, estos grupos tenían dos objetivos principales.  El primero, como lo mencionaba antes, era eliminar a la oposición.  No importaba que fueron intelectuales, financistas, simpatizantes relevantes o combatientes.  Si existía una figura que estaba “del otro lado”, pues se lo quebraban en un intento de debilitar al enemigo.  El segundo gran objetivo, era mandar un mensaje claro, inequívoco y contundente al contexto nacional: “Si te metés en este desvergue, ya sabés lo que te va a pasar”.

Lo hacían los dos lados.  Unos más asolapados que otros.  Unos más preocupados de su imagen a nivel internacional, otros priorizando la táctica que sus relaciones públicas.  Ambos, creyendo que el fin justificaba los medios.

Hoy en día, como siempre, hay gente que apoya una ideología, un partido o un movimiento, y hay gente que está en contra.  Eso es normal, y si me preguntan a mi, es sano.  Se llama democracia, y aunque no es perfecto como sistema gubernamental, es lo menos malo que la humanidad ha probado.  Bien dijo en su día Winston Churchill, ex Primer Ministro de Gran Bretaña y Premio Nobel a la Literatura: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás.”  Comparto su opinión.

En la frágil y relativamente tierna democracia en la que vivimos los salvadoreños, es fácil caer en la tentación de repetir nuestra historia.  Somos intolerantes.  Nos cuesta aceptar y sobretodo respetar a los que piensan diferente a nosotros.  Muchos creen que cuando alguien no piensa igual a nosotros, son rivales o peor aún, enemigos.  Igual que en la guerra.

Se nos olvida que lo más probable, es que todos lo único que queremos y con lo que más soñamos es con un mejor país.  Por eso, sustituimos el escuchar, con el pelear.  Priorizamos nuestras diferencias, a nuestras similitudes.  Reemplazamos el respeto, con el totalitarismo.

Menos mal, que hoy no usamos balas para solventar nuestras diferencias políticas, porque en la era de las redes sociales, donde todos podemos publicar nuestras posturas y creencias, todos estuviéramos muertos.

No usamos balas, pero las ganas de silenciar a los opositores, siguen existiendo.  A pesar de que en el pasado no funcionó el matar a los que pensaban diferente, sino más bien radicalizó a cada bando, hoy los políticos de turno quieren hacer lo mismo que en los 70s y 80s.  No matarnos literalmente en el sentido físico, pero si matarnos socialmente, o aniquilar la credibilidad de cualquier voz que se alza, con la intención de no tener oposición.

En El Salvador de hoy, si un periodista escribe un artículo de opinión o una pieza de periodismo investigativo con pruebas irrefutables, si un joven publica un tweet o una ama de casa escribe en su muro de Facebook una crítica o establece una posición en contra del gobierno, la primera reacción de los que apoyan al actual presidente es írsele encima para desprestigiarlo, humillarlo, o avergonzarlo.  A más relevante la voz que se alza, o en tiempos modernos, a más seguidores o resonancia en redes sociales pueda tener el crítico, más recios y organizados se tornan los ataques.

Yo no soy político, ni muchos menos una figura pública relevante, pero hablo con propiedad al decir que he sido tratado de esta forma.  Me han intentado amedrentar a través de la difamación, las calumnias y las mentiras.  Desde inventarse que yo he sido grabado insultando a miembros del actual gabinete, hasta insultar a mi valiente hijo de 6 años que lucha contra el cáncer desde que tenía 2.

La historia se está repitiendo.  A los que tenemos la valentía de fijar una posición basada en creencias y valores, nos están intentando silenciar.  Algunos han preferido la auto-censura para proteger a sus familiares.  Otros, están esperando que los demás se pronuncien para dar un tímido like o un retweet.  Tristemente, y más en la política actual, hay quienes hasta se hincan ante la temporal popularidad de quienes nos gobiernan para asegurar su continuidad.

En lo personal, soy una persona con principios inamovibles.  Abierto a los que piensan diferente, sí.  Pero no soy de los que se va a callar por miedo.  Al contrario, siempre he creído que si uno solo se rodea de los que piensan igual a uno, uno deja de pensar.  Por eso, hoy más que nunca, los leo a todos, y trato de entenderlos, sin buscar irrespetarlos.  Pero tampoco me puedo quedar callado lo que pienso.

Los trolles, que cobran un sueldo para intentar silenciar voces como las mías, o los que lo hacen de gratis por su nivel de fanatismo, les recuerdo que en el pasado, usando balas, no funcionó… y hoy tampoco va a funcionar.

Ustedes son los nuevos escuadroneros.  Ustedes son una historia repetida.

Pues ¿saben qué?  Yo también soy historia repetida.  Ustedes como los que quisieron silenciar voces que se alzaban, y yo, como una de esas voces que jamás se quedaron calladas.

Y sé que no estoy solo.