No paso acá a escribirte para burlarme de ti. No me creo superior, ni más inteligente que tú. No te voy a llamar “golondrejo”, “menos pensante”, ni ninguno de los otros sobrenombres que con ligereza se utilizan hoy en redes sociales para referirse a ti.
De hecho, paso a decirte todo lo contrario.
Aunque no comparto tu sentir, y pensamos bastante diferente, entiendo tu frustración, entiendo tu enojo, entiendo tu desesperanza y hasta comprendo tu fanatismo. ¿Sabés por qué? Porque yo ya fui así... y mirá cómo estamos.
En algún momento, yo tampoco creía todo lo que se escribía o se criticaba de quienes eran de mi preferencia. Si una “noticia” decía lo que yo pensaba, la tomaba como cierta, y si otra me mostraba lo que yo no pensaba, la catalogaba como falsa.
Los que pensaban diferente a mi, según yo, estaban todos equivocados, y nunca me detuve a preguntarme por qué ellos no pensaban como yo. No escuchaba, no leía, no cuestionaba, ni tampoco me preocupé por enriquecer mi criterio propio.
Cuando era joven e ingenuo, me hizo falta humildad para escuchar a las diferentes voces que se alzaban cuestionando mi manera de pensar. Incluso, más que tontos, hasta los llegué a considerar “enemigos” de “lo correcto”.
Me hizo falta pensamiento crítico para cuestionar al poder, y darme cuenta que al haber votado por ellos, al haberles dado el cargo que ostentaban, podía, y sobretodo, debía exigirles más que los que no los eligieron.
Me hizo falta coherencia. Dejé pasar cosas que no estaban bien, con tal de no dar mi brazo a torcer y reconocer que se estaban cometiendo actos que a un opositor le hubiese criticado de manera implacable.
Pero sobretodo, lo que más me hizo falta fue valentía. La valentía de alzar mi propia voz y cuestionar al poder. Era más fácil ir con la corriente y aplaudir lo que la mayoría aceptaba, que señalar lo que no era correcto.
Como quisiera retroceder el tiempo para aplicar lo que hoy sé, lo que he aprendido y como hoy pienso. Lastimosamente, no puedo.
Lo único que puedo pedirte hoy, seguidor de Bukele, es que aprendas de los errores que se cometieron antes. Que rompamos el ciclo que nos ha traído al país que tenemos hoy.
Forma tu propio criterio. Lee. Cuestiona. Alza tu voz. Sé coherente. Y te invito a que nos preocupemos menos “por los mismos de siempre” y mejor nos concentremos en no hacer “lo mismo de siempre”.